Novena a la Inmaculada – 1 Diciembre

Oración inicial

María, Madre del sí, tú escuchaste a Jesús

y conoces el timbre de su voz

y el latido de su corazón.

Estrella de la mañana, háblanos de Él

y descríbenos tu camino

para seguirlo por la senda de la fe.

María, que en Nazaret habitaste con Jesús,

imprime en nuestra vida tus sentimientos,

tu docilidad, tu silencio que escucha y hace florecer

la Palabra en opciones de auténtica libertad.

María, háblanos de Jesús, para que el frescor

de nuestra fe brille en nuestros ojos

y caliente el corazón de aquellos

con quienes nos encontremos,

como tú hiciste al visitar a Isabel,

que en su vejez se alegró contigo

por el don de la vida.

María, Virgen del Magníficat

ayúdanos a llevar la alegría al mundo

y, como en Caná, impulsa a todos los congregantes

a hacer sólo lo que Jesús les diga.

María, Virgen Inmaculada, puerta del cielo,

ayúdanos a elevar nuestra mirada a las alturas.

Queremos ver a Jesús, hablar con él

y anunciar a todos su amor.

Cf. Oración de SS. Benedicto XVI, en Loreto

Para contemplar…

Lc 1, 26-38 «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo»

Para agradar a María…

Seré generoso con todos. Generosidad material y espiritual, mi tiempo, mis gustos, mi atención…

Para presentar a María…

Los cristianos perseguidos, o que atraviesan oscuridades en la fe.

Para meditar…

En María, Dios ha hecho confluir todo el bien y, por medio de Ella, no cesa de difundirlo ulteriormente en el mundo. Desde la Cruz, desde el trono de la gracia y la redención, Jesús ha entregado a los hombres como Madre a María, su propia Madre.

En el momento de su sacrificio por la humanidad, Él constituye en cierto modo a María, mediadora del flujo de gracia que brota de la Cruz. Bajo la Cruz, María se hace compañera y protectora de los hombres en el camino de su vida. “Con su amor de Madre cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz” (Lumen gentium, 62), como ha dicho el Concilio Vaticano II.

Sí, en la vida pasamos por vicisitudes alternas, pero María intercede por nosotros ante su Hijo y nos ayuda a encontrar la fuerza del amor divino del Hijo y de abrirnos a él.

SS. Benedicto XVI, 23 de septiembre de 2011.