Campamento Días #8, 9 y 10 – MARCHAS LARGAS

¡Hola a todos! Perdonad la sequía estos tres últimos días, nos ha sido imposible escribir por estar de marcha. El 8 por la mañana nos fuimos del campamento, tuvimos Misa y desayuno, despedimos a nuestras ilustres invitadas (Madre Clara y Texu) y partimos, sin más dilación, rumbo a Bejes, desde la Hermida (114 m.) Cargando todos con la casa a cuestas: saco y esterilla, muda, comida, cantimploras, crema, botiquines… Algunos macutos superaban en tamaño a sus portadores, que valientemente aguantaron su peso. Sufrieron más los que, llevando sólo mochila, tenían que llevar los bultos de saco y esterilla atados de aquella manera.

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Dejando Bejes (582 m.) atrás, y con algún jefe (servidor sobre todo) con los dientes largos por no tener tiempo para probar su delicioso Picón, continuamos con la marcha. Desde que salimos hasta la comida nos tocó salvar un desnivel de unos 1.000 metros, así que fue una constante subida, con pendientes de hasta el 20%. Exhaustos como estábamos, esperábamos cada parada como agua de Mayo. Varios se preguntarán: ¿por qué seguir? Fácil. Porque somos Montañeros, y nuestro lema es Siempre Más: un paso más, una cima más. Menos mal que nuestra Madre nos ayudó, envolviéndonos durante toda la marcha con niebla. Fue una pena no poder disfrutar de las vistas, pero fue espectacular estar rodeados de un espeso manto blanco. Además, se hacía menos duro por no ver las cuestas que nos esperaban. Y el calor no nos azotaba.

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Después de comer en un prado, prácticamente el resto del camino fue llano. ¡Habíamos alcanzado el Macizo de Ándara! Al llegar al puerto de montaña de Jitos-Escarandi (1308 m.), los dos grupos, mayores y pequeños, nos dividimos. A los pequeños nos quedaban 8 km hasta Tresviso (637 m.) en bajada constante, donde dormiríamos. Y los mayores tenían por delante unos 6 km, de más nivel, hasta Sotres (1050 m.), el pueblo más alto de Asturias.

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Los pequeños dormimos en una sala del Ayuntamiento de Tresviso, pueblo con más gallinas que habitantes, y nos fuimos pronto a la cama (a las 10 menos cuarto, todo un hito para un campamento) después de traernos Pablo la cena y las comidas del día siguiente, actuando como intendente. Los mayores disfrutaron más, debido a la cata de quesos con las que les agasajó el Padre Paco, que quería celebrar el no haber sido embestido por un amenazador toro que les persiguió a Jaime y a él. Suspiraban por los Sanfermines.

Tras desayunar, los pequeños disfrutamos de las espectaculares vistas desde Tresviso. Con un sueño reparador de casi 11 horas de duración (amanecimos a las 9), llenamos las cantimploras y, bajo un abrasador sol, bajamos el sinuoso camino que nos llevaba de vuelta a la Hermida, a dónde llegamos a la hora de comer. Por la bajada nos cruzamos con la mismísima Ana Torroja, con quien algunos cantamos sus éxitos, honrando a nuestros padres. No hay foto, lo sentimos.

El 9, los pequeños, después de un buen baño en el río, rezamos el Rosario y nos fuimos a cenar. Como no estaba el Padre, no celebramos la Misa. Tras la cena vimos una peli, Batman Begins. Y se nos quedó grabada una frase de la cinta: “¿Para qué nos caemos? Para aprender a levantarnos”. Y volvimos a reflexionar el parecido de la montaña con la vida: subidas, bajadas y llanos. Momentos difíciles, y cuando todo parece ya perdido, toca la bajada. Y, así, dormimos.

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Los mayores llegamos hasta Sotres, donde dormimos en un colegio abandonado. Tras reponer fuerzas nos pusimos en marcha hacia el día, con diferencia, más duro de la marcha. Recorrimos desde Sotres hasta el Refugio de Áliva. Cuatro horas de constante subida. Eso sí, por esfuerzos como esos somos montañeros. Recorrimos un sendero en el Valle de Áliva, como si surcáramos con un barco los Picos de Europa. Pese al dolor, el grupo entero se supo sobreponer al sufrimiento y tiramos de corazón. En unión, llegamos todos sin dejar a nadie atrás. Fieles a nuestros ideales.

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Almorzamos en el refugio, y tras reponer fuerzas nos dirigimos hacia el mirador del Cable dejando los macutos. Era un camino corto, pero cabe destacar como los acampados ayudaron a una pareja de ancianos a cruzar un río que obstaculizaba su paseo. Tras admirar el conmovedor paisaje del Cable, recogimos la cena y volvimos al refugio. Dormimos, esta vez al raso, al lado de una ermita. Un cielo inundado por estrellas que no cabían en el mismo, sobrecogían nuestra mirada desde el saco. Tras un largo descanso nos dirigimos hacia Mogrovejo baja la intensa mirada de las vacas. Finalmente cumplimos nuestra marcha el 10 y un autobús nos trajo hasta el campamento, donde después de un refrescante baño tras tres días…¡¡NOS PUDIMOS DUCHAR!!

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Los pequeños el 10 hicimos colada, lavando ropa (o ensuciándola más, siendo realistas) y tuvimos tras la comida un torneo de fútbol. Tras este, se nos unieron los mayores. Después de las duchas como siempre: Misa, arriado, cena y juego nocturno (sobrevivir).