EL PRENDIMIENTO

EL PRENDIMIENTO

Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso armado con espadas y palos. Venían de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.  El que le iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es; detenedlo.»  Al instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso.  Jesús replicó: «Amigo, ¡a lo que estás aquí*!» (Mt 26,47-50).  Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscáis?»  Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Les dijo: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra*.  Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».  Les dijo Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»  Así se cumpliría lo que había dicho: «No he perdido ninguno de los que me has dado.» (Jn 18,4-9). Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le detuvieron.  En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja.  Le dijo entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada perecerán a espada.  ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?  Mas, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que debe suceder así?»   (Mt 26,50-53). Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!», y tocando la oreja le curó. Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido contra él: «¡Habéis salido con espadas y palos, como si fuese un bandido!  Todos los días estaba yo en el Templo con vosotros y no me pusisteis las manos encima. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.» (Lc 22,51-53)

COMPOSICIÓN DE LUGAR

El huerto de los Olivos, donde sucede el prendimiento. Fijarse mucho, por un lado, en Jesús y los apóstoles y, enfrente Judas y los guardias armados, que representan el poder de las tinieblas. San Juan nos relata que iban armados y con luces y linternas. Van a apresar a la Luz del mundo.

PETICIÓN

Com-partir con Cristo el sufrimiento de la Pasión. El dolor del beso de Judas, la majestad de Cristo.

*El beso de Judas. Impresiona esta traición de un amigo. Sí, hemos dicho bien, un amigo del Señor, un apóstol, muy querido por el Señor. ¡Cómo parte el corazón del Maestro! Es como si le arrancarán un brazo a lo vivo…  La traición del amigo…Señor, qué dolor tan terrible… Y cuántas veces he sido como Judas, te he besado y te he traicionado. Señor, no permitas que me separe de ti… No dejes que entre en mi corazón la desilusión, el dinero, el placer, el poder…Ayúdame a que ponga el corazón solo en ti.

**Jesús sale hacia ellos y les pregunta: “¿A quién buscáis?”, Señor, que valentía la tuya, vas decidido a la Pasión. Vas con tu señorío, con tu majestad.

Llama la atención que la iniciativa es del Señor, que domina la escena. Cuando exclamas “Yo soy”, todos caen por tierra. Has pronunciado el nombre de Dios. Eres Dios, realmente eres el hijo de Dios vivo, por eso se postran sobre sus rostros ante su majestad. Has pronunciado el nombre divino, tú nombre… Y todo esto por mí, me amó y se entregó a la muerte por mí. Pides que dejen marcharse a tus apóstoles, no usas la protección del nombre divino para ti… sino para aquellos que amas. Afrontas la Pasión solo, quieres llevar a término la misión del Padre… El amor del Padre te devora… Señor que te acompañe…La queja de Jesús, salen a prenderle de noche, temen la luz, porque son hijos de las tinieblas, cuando el enseñó siempre a plena luz del día, en lugares donde todos podían escucharle… van como contra un malhechor, con espadas y palos, Él que es el inocente por excelencia… Pero es la hora satánica, de las tinieblas. Cristo va la lucha definitiva contra Satanás…

***Lo llevan preso. Jesús se deja prender. Se entrega  por propia voluntad. Señor te dejas atar por mí… Mira esas manos, que sanan, perdonan, bendicen, acarician…atadas. Te dejas llevar, entre gritos, insultos blasfemias… es la hora de las tinieblas. Aparentemente derrotado, creen que han triunfado… el horror, la desvergüenza, la mentira,…creen que han apresado al que es la verdad, la bondad, la belleza…Vas solo, zarandeado, como un gusano ante quien se vuelve la cara… Resuenan las palabras de Isaías 53.

Señor, enséñame a caminar contigo, con tu silencio, tu mansedumbre…, tu amor.


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