En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».
COMPOSICIÓN DE LUGAR
Cafarnaúm, junto al lago. Jesús y los discípulos hablando con la gente. Es un dialogo difícil y tenso.
PETICIÓN
¡Señor, danos de ese pan, el Pan vivo que da la vida! Haz que crezca mi amor a la Eucaristía.
* Jesús sigue hablando con los judíos. Estos han murmurado, en los versículos anteriores, protestando contra él porque había dicho que era el pan bajado del cielo y comentaban, cómo es posible esto si éste es Jesús el hijo de José y María, ¡qué conocemos a sus padres! cómo puede decir que ha bajado del cielo. Ahora se entiende mejor la respuesta de Jesús: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Indicando que es la fuerza de Dios la que nos lleva a dar nuestro asentimiento a Jesús. De nuevo Jesús nos interpela y nos invita a entrar sin miedo y sin prejuicios en su misterio. ¡Qué inmensa providencia de Dios, el haber sido atraídos por el Padre para ir hacia Cristo! Demos gracias al Señor y demos vueltas en nuestro interior para que estas palabras penetren en nuestros corazones y no pongamos resistencia, como los judíos, al Señor.
** “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí”. Estamos en el sapiencial del pasaje, Cristo es Palabra que alimenta y sobre todo que nos introduce en el misterio de Dios. Por eso, insistimos tanto en la importancia de la oración mental diaria, bien hecha, saboreando las Escrituras que tienen por centro a Cristo, este derramará su Espíritu sobre nosotros, el cual nos hará discípulos suyos, porque pondrá su ley en nuestros corazones, arrancará nuestro corazón de piedra, nos dará un corazón de carne y nos acercará a Jesús, haciéndonos a “todos discípulos de Dios”. Por eso el que cree en Jesús posee la vida eterna.
*** Jesús va más allá de la fe, es decir, la fe nos lleva mucho más allá, desemboca, en este pasaje, en la Eucaristía. Comienza Jesús señalando que él es el pan de la vida. Los judíos, que permanecen en un plano material, decían que sus padres en el desierto comieron el maná y… Jesús añade que el pan que comieron no les salvó de la muerte. Sin embargo, Él es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. ¿Qué es esto? Pensar por un momento lo duro que resultaba a un judío oír esto y lo que tiene que oír de Jesús. Éste afirma que el pan, que es Él, verdaderamente bajado del cielo no deja que muera el hombre, luego debe dar una vida que no termina con la muerte. Estamos ante el misterio (en el sentido de algo muy grande que nos supera totalmente, pero, si podemos comprender) ¿Qué es este pan tan maravilloso? En este caso decimos ¿quién es este pan? Jesús se proclama: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”. Estamos ante un paso más que da el Señor. Poco a poco se va a ir perfilando la Eucaristía. Ya no se dice que la vida eterna está condicionada a tener fe en Jesús (“el que cree en mí, tendrá vida eterna”), sino que depende de que se coma (lo veremos más adelante) su carne y su sangre.
¡Qué gran misterio que da la vida eterna! Examina tus comuniones (ahora el deseo de comulgar), ¿soy consciente de lo que estoy haciendo? ¿Estoy comiendo a Cristo? ¡Él es, verdaderamente, la fuente de mi vida!